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“No me pagaba, no comía y no veía a mi familia”: el relato de una víctima de Lili Bustillos 

“Me hacía cocinar y no me tocaba ni un bocado”; este es el relato de una de las víctimas de Lili Bustillos, la mujer detenida este jueves en el Instituto Oriente por trata de personas.

Vía: Magaly Herrera / Ambas Manos 

logró contactar a una joven de 28 años de edad que prácticamente estuvo privada de la libertad durante cinco meses. Aunque al principio tenía miedo y desconfianza, accedió a relatar parte de lo que vivió en la casa de esta mujer, ubicada en la calle Río Pánuco número 5339 colonia Jardines de San Manuel de la ciudad de Puebla. Por obvias razones, su nombre no será revelado.

Fue en 2017 cuando en el mercado del municipio de Zacapoaxtla, la víctima vio una oferta de trabajo. Ella se comunicó al número telefónico que dejaron en el anuncio y recuerda que le contestó una mujer muy amable. Le dijo que el trabajo consistía en limpiar la casa y cuidar a su hijo, que en ese entonces tenía aproximadamente seis años de edad.

No iba a cocinar, solo limpiar y cuidar al hijo, pero me dijo que después ella se comunicaba conmigo. Pasaron unos días y me habló. Me ofreció 3 mil 500 pesos a la quincena y yo necesitaba el trabajo, así que acepté”.

La joven quedó de verse con ella en el parque de aquel municipio, ya con maletas listas porque se trasladaría a la ciudad de Puebla. Sin embargo, el trato fue que descansaría todos los domingos para que pudiera ver a su familia. Incluso, Lili se ofreció a llevarla y traerla, supuestamente para que no gastara en pasajes.

Al parque llegó la mujer acompañada de su hijo, hija y su esposo en un automóvil color negro. Ya en persona, la relación fue distinta. No era misma persona amable con la que habló por teléfono: “luego, luego vi el cambio. Solo me dijo: súbete, pero con un tono muy diferente”.

Este es el relato de una de las víctimas de Lili Bustillos

El día de la joven, que en aquel entonces tenía 22 años, comenzaba a las seis de la mañana. Tenía que barrer la azotea, aprovechando que el cuarto en el que dormía estaba ahí. En cuanto llegó, Lili le explicó cómo tenía que hacer cada cosa: ocupaba muchos líquidos para lavar el baño, la pared la tenía que limpiar de cierta forma. Le daba solo 10 minutos para dejar reluciente la cochera y otros cinco para barrer afuera, pero no podía hablar con los vecinos.

El celular que llevó se quitaba y entregaba hasta la noche, cuando ya se iba a dormir, pero su cuarto estaba justo arriba del de ella y escuchaba si hablaba por teléfono. También debía limpiarle al gato, al perro, darle masaje en los pies, en la espalda y esperarla hasta que llegara, así fueran las dos o tres de la madrugada.

Ya en la casa, la obligó a hacer de comer y a ella no le tocaba un solo bocado de esa comida; tampoco la llevó los domingos a Zacapoaxtla como se lo prometió ni la dejó salir sola para ver a su familia. Debía jugar con su hijo porque si no lo hacía, el menor lloraba y le tocaba regaño. 

Para mi comida se iba al mercado a comprar arroz, habas o lentejas, a veces cosas ya echadas a perder. Eso era lo que tenía que comer. Agua solo simple, no podía tomar agua de frutas que yo misma hacía”.

En una ocasión se resbaló en la azotea y estuvo a punto de caerse. Un día se sentía muy mal, tenía fiebre, así que se subió a acostar. Minutos después Lili llegó hasta su cuarto y la levantó para que siguiera con sus labores: “así hice todo, estaba hasta temblando y como viendo ya figuras raras”.

La historia no termina aquí. Nunca le pagó los 3 mil pesos que le prometió; es más, la joven no recibió ni un solo peso. La hoy detenida le decía que no tenía dinero, que le cobrara a su marido cuando llegara, pero su pareja no vive en esa casa, así que nunca lo veía. “Además, el trato no lo hice con él”, dijo la joven.

La mujer la vigilaba todo el tiempo. Solo salía para dejar a su hijo a la escuela, pero estaba muy cerca de la casa y no tardaba mucho en regresar. Con ella vivía un “inquilino”, un joven al que le ordenó no dejar salir a la trabajadora del hogar.

Los maltratos, al parecer, no solo eran para ella. En una ocasión vio cómo golpeó a su hijo porque tiró el celular. La joven trató de consolarlo y le preguntó si era la primera vez que le pegaba. El niño, por supuesto, dijo que no. Luego, el menor trató de consolarla a ella: “a ti no te pega como a la otra muchacha, por eso se escapó”.

De ahí me dio más miedo y me puse a pensar muchas cosas. Yo no dormía, me la pasaba pensando, más por el inquilino que tenía ahí. Yo soy de las que veo novelas de esas que se roban a las mujeres y solo dije: Dios, ayúdame. He sufrido mucho, todavía no logro dormir en las noches”.

Se escapó gracias a los consejos de la señora que atendía la tortillería 

En una ocasión, Lili llevó a la víctima a comprar tortillas. Le dijo que se apurara y las quería recién salidas. La señora que atendía le cuestionó que si era nueva, porque esa señora constantemente cambiaba de muchachas.

La joven le dijo que tenía mucho miedo y en cuestión de segundos le pasó su número de celular y le explicó que solo podía llamarla en la noche. Así lo hizo la señora y en la llamada le aconsejó que se fuera en cuanto tuviera oportunidad, sin importar que sus cosas que quedaran.

Una noche, cuando Lili no estaba y el inquilino iba de salida, la víctima aprovechó para escapar. El joven le dijo que si lo hacía le iba a pegar porque tenía órdenes de no dejarla salir. Después de intercambiar unas palabras, lanzó sus cosas para empujarlo y corrió hasta ponerse a salvo.

La presunta tratante la amenazó. Le dijo que sabía quién era su familia y la iba a encontrar hasta debajo de las piedras. La joven vive con miedo porque hace no mucho la vio en Zacapoaxtla. Dos conocidas de ella también fueron víctimas: una de ellas de plano se escapó por la azotea.

Lili Bustillos es originaria de Zacapoaxtla y fue reina de belleza en Puebla en 1995. Hasta antes de ser aprehendida por agentes ministeriales, publicaba en grupos de mamás en Facebook lo siguiente: “colocación de personal doméstico. De Cuetzalan, Zacapoaxtla y Xochitlán”.

El número de víctimas es incalculable, lamentablemente, la mayoría no denunció. Algunas ni siquiera sabían leer y ella argumentaba que tenía un contrato y no se podían ir.

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